El sábado 15 de febrero llegaba a tierras vascas el Tour of chaos, es decir la visita de Napalm Death y Hatebreed a la Santana 27 de Bilbao. Ante la caída de The exploited por los ya más que conocidos problemas que tuvo su cantante Wattie, que le dio un ataque al corazón, ese toque picante y diferente del cartel nos iba a faltar pero no nos íbamos a entristecer. Así que fuimos desde Pamplona con todas las ganas desde bien temprano.
En esta incursión
vasca las bandas invitadas eran Justa Venganza, Childrain y Criminal. Cada una
de un palo totalmente diferente, lo que le dio mucha variedad al evento. La
sala presentaba ya un buen aspecto cuando comenzó la banda de hardcore Justa
Venganza. Una media hora intensa donde repasaron sus temas más emblemáticos y
contaron con un sonido impecable. Incluso se entendía lo que Ferrán soltaba al
micro. Una pena enterarnos poco después hablando con Ferrán que era el último
concierto que daba la banda como tal y que había sido una ocasión especial. Así
que nos quedamos con un buen recuerdo de ellos.
A continuación le tocaba el turno a los sonidos más actuales de la mano de los vitorianos Childrain. Con la ausencia de uno de sus guitarras, Álvaro, ofrecieron una actuación seria y directa aunque el sonido me falló un poco. Demasiado volumen que hacia que no se distinguieran entre si los instrumentos. Muy en la onda de bandas como As I Lay Dying. Impecable Iñigo al micro, brindándonos unos guturales muy bien ejecutados y algún que otro registro grindcore. También hay que decir que había momentos que no se distinguía mucho pero se dejó la garganta.
Tenía muchas ganas de ver a Childrain y me quedé satisfecha, aunque espero más de ellos. Seguro que en próximas ocasiones la cosa sube. También se notó la ausencia de la segunda guitarra de Álvaro que seguro que le habría dado mucha más profundidad a los temas.
Muy buen trabajo de Iker recogiendo todo el peso de las guitarras y de Mikel a la batería. Se dedicaron a desgranar temas de su disco “A fairy tale for the dissent” que nos llevamos por tres eurillos de nada.
Tras ellos llegaron los chilenos
Criminal. Impecable puesta en escena y una pena de sonido. En los primeros
temas no se escuchaban los solos de guitarra de Olmo Cascallar y eso que se
desvivía en ellos y en cada riff. Por otra parte impecable el trabajo de Anton
Reisenegger a la guitarra rítmica como al micro. Menuda puesta en escena. La
batería no me sonó muy bien, sobre todo los platillos pero Zac O'Neil aunque intentó
que no se notara mucho el asunto mejorando bastante finalizando la actuación.
Por su parte Dan Biggin al bajo sonó muy bien. Hubo momentos que se notaba como
volaban los dedos por las cuerdas, ese rasgueo tan inconfundible en un bajo. Me
gustó mucho. Impresionante la interpretación del tema Akelarre. Muy
recomendables. Fue la mejor actuación de la noche hasta el momento.
Y tras los primeros tres grupos,
el primer plato fuerte salió a escena. Napalm Death. La mítica banda de Reino Unido comenzó a
desplegar su arsenal desde que pisaron el escenario de la Santana 27 de Bilbao.
He de decir que no conocía nada de la banda. No me he parado nunca a
escucharlos pero respeto y valoro mucho su trayectoria y pasión en esto, y no
podía perderme semejante oportunidad de verlos en directo. Y fue increíble. A
pesar de que el sonido no estuvo todo lo fino que podría haber estado fueron
una apisonadora. Me encantó la pasión y los movimientos de su cantante
enloquecido e hiperactivo Barney Greenway.
Apasionante su manera de vivir cada tema, como si le electrocutaran por dentro
y su cuerpo tuviera que mostrarlo al exterior.
Otro que tal baila fue Shane
Embury al bajo, al que a penas podías ver la cara. No distinguí mucho el sonido
de su bajo ya que la guitarra de Mitch Harris (así como sus gritos desgarrados
desde el infierno) como Danny Herrera a la batería le taparon bastante.
Hablando de Danny, menuda bestia. Hubo un tema que sinceramente fue de esos que
se denominarían “para volarle a una los sesos”. Que manera de darle al doble
pedal y a las cajas. Increíble y apasionante.
Cabe decir que ya el caos estaba
montado en el pit y que todo tipo de licores nos cayeron por encima, regándome cual
ducha mañanera, en este caso espalda y pelo al completo. Gente siendo llevada
en volandas. Tema tras tema los Napalm Death no hacían más que reafirmar porque
son lo que son. Se lo han ganado a pulso. Y viéndolos me vino así, como una
revelación, el porqué amo esta música. Y es por este tipo de grupos, este tipo
de sensaciones que solo en un concierto puedes sentir. Esa descarga de
adrenalina, esa sensación de pertenecer y sentir todos lo mismo con la música.
Apasionante. Y sin conocer nada de la banda. Pero como decía, a pesar del sonido, una
actuación de sobresaliente donde el tema Suffer the children o Scum, fueron de
los que más me gustaron. Hubo otros, sin duda, pero me quedó con esos.
Y la velada llegaba a su final.
Tras una hora intensa de Napalm Death el cuerpo ya empezaba a pedir clemencia,
pero no podíamos darle tregua. A las 22.45 Hatebreed apareció en escena con una
sala que ya estaba a rebosar, como en Napalm Death. Los americanos arrasaron con un sonido muy por
encima del que habíamos disfrutado en las anteriores bandas, y una potencia
impresionante. Ya tuvimos la suerte de verlos aquí en la Totem hace unos años y
fue un concierto apoteósico en pleno Agosto.
Esta ocasión fue diferente ya que
estábamos rodeados de mucha más gente. Se percibe por tanto el tirón de
Hatebreed. Y es que su último disco “The
divinity of purpose” es impecable, la confirmación de unos Hatebreed maduros y
afincados ya en su terreno, capaces de seguir haciendo himnos que son perfectos
para el directo como “Honor never dies” o “Indivisible”. En cuanto a clásicos, no
faltaron “Destroy everything”, canción que en ese momento tenia muchísimas
ganas de escuchar por el día de mierda que había sufrido o las impresionante referencias al Perseverance con temas como “Proven”,
“Perseverance” o la mítica “I will be Heard” con la que cerraron el concierto.
Hatebreed fue la primera banda
que escuché sin ser consciente respecto al hardcore, y les tengo mucho cariño.
Su puesta en escena en la Santana 27 fue bestial. No me han decepcionado ninguna
vez. Me encanta la presencia de Jasta en el escenario, como se gana el pan como
quien dice. Sigue estando en muy buena forma. Y la banda que le secunda se ve
muy compacta. Riffs a diestro y siniestro por parte de Wayne y Frank. Chris al
bajo lanzó unas cuantas púas y alentó bastante a las primeras filas y Matt a la
batería, a su aire, a su rollo por encima de sus compañeros con una perspectiva
inmejorable de una sala a rebosar.
Y aunque se pasó volando y solo
tocaron una hora cuando en los horarios todos dimos por supuesto que era hora y
cuarto, nos quedamos con muy buen sabor de boca, al menos yo personalmente.
En definitiva, a pesar de la baja
de The exploited, fue un evento de tres pares de narices que se montaron los
del Resurrection Fest como aperitivo del festival que se nos viene encima y que
seguro que pronto nos brinda más confirmaciones.
Gracias por vuestro tiempo,
Sonia
No hay comentarios:
Publicar un comentario